El olor a tinta, es indescriptible, me transporta a ese primer momento de descubrimiento donde el amor y el vacío se conjugan en una simetría dolorosa, bella y absoluta; como la primera vez que toqué el humo y la ebriedad de las mariposas del amanecer. En ese juego de tinta y pubis la eternidad es un segundo que escapa de la memoria. Perfume y bálsamo de la lascivia desdoblándose por los muros de los burdeles del mundo, introspección colectiva que salta sin prejuicios desde el libro de relatos de Wilman Ordóñez Iturralde, desde ese puerto bien amado donde entendí que mis ojos pueden ser un péndulo de reloj, en la subyugación de la belleza a la que nos ofrendamos.
Niña Bonita – historias mentirosas de las bandidas del puerto, libro publicado por la CR EDITORIAL (Argentina), es una radiografía sin maquillajes de las libélulas marchitándose en el desamor de los solos. Del vino incandescente que se destila en las calles arrugadas, donde esas mujeres proscritas por una sociedad pacata, conjugan los verbos interminables de lo humano y cantan por unos centavos en la piel abatida de quienes toman de ellas no solo el placer, sino también parte de su vida.
El amor, se corta como un traje para bailar esas músicas paganas que se niegan, a las que se vuelve en el encabritado relámpago del destino. El amor duele más, cuando se sabe que es imposible cumplir promesas y que su extracto tiene la espiral de miles de abandonos.
La obra, como lo dice su autor, está escrita para acallar el silencio mojigato en torno a las putidoncellas, como las llamaba el poeta chileno Gonzalo Rojas, flores de ciudad en cuyo olor se confunden las algarabías del puerto, su geografía y sus impredecibles amaneceres.
Hay relatos que tienen trayectos más cercanos a nuestra realidad. En el goce de leerlos de un solo tirón, me ha maravillado la forma en que se justiprecia a Olimpo Cárdenas, quien fue sin lugar a dudas cantor de cabaret y demiurgo de vírgenes de media noche; y, la etnografía para traer a la memoria los nombres de aquellas mujeres cuyos besos al igual que la plata de Potosí, seguro pueden hacer un puente que una América con Europa.
Gabriel Cisneros Abedrabbo
29 de agosto de 2022