El luto duerme sobre mi cuerpo desnudo, de Criss Ordóñez y Dicen que mis demonios son inofensivos de Rubén Darío Buitrón, son dos poemarios que se entretejen en perfecta armonía en un libro lleno de poesía, belleza y dolor. Un libro que, en sus ciento cuarenta poemas, setenta de cada poeta, permite que el lector conjugue sus emociones y transpire sus propias soledades.

Contrario a la mayoría de las visiones contemporáneas que no encuentran divinidad en la poesía y que encierran su trascendencia a la tenacidad del oficio, para mí esta es un acto iniciático, mágico e íntimo, una turbina vital que es nada y es todo. Quienes hemos sido marcados por su hado estamos destinados a trabajarla, sentirla y redescubrirla en los nuevos ramajes del lenguaje. Si bien nuestro tiempo histórico está lleno de posibilidades y abismos, los sentimientos comunes a la humanidad no han cambiado. El amor, el desamor, la muerte, el egoísmo, la soledad, la sexualidad, el vértigo del abismo, siguen generando esos diálogos íntimos del ser, donde nos cuestionamos y muchas veces nos negamos. 

El luto duerme sobre mi cuerpo desnudo, de Ordóñez, conjuga de forma perfecta la sensualidad del cuerpo desnudo con la muerte y sus adioses: como plumas/ como hojas secas / como un cuerpo / sin rosas / como un cuerpo / anónimo / y crucificado. La escritora ve en la noche la oscuridad que la invade y le acompaña en el duelo suspendido: por las páginas / en blanco / las sillas vacías / la cama tendida /la tasa sin leche / la pelota en el armario / todo está sin ti.

 La escritora quiere volver a la matriz de su felicidad y al no poder lograr el imposible, afirma: madre/ nuestros sueños / van descalzos / deambulando todo el día / golpeando las lesiones / despertar es espantoso/ madre/ el silencio muerde.

Al inicio de la segunda mitad del poemario, la autora nos da un oasis. El mosaico vital en el que caminamos todos cambia de la oscuridad del dolor a la luz de la esperanza. El lenguaje toma formas luminosas y en el poema 37 proclama con fuerza: te espero / ahí / donde se abren los días / y se rompen los miedos / (…) ahí / donde la lluvia crece a besos/ y el fuego aprieta el aliento.

Hay una transformación substancial en los poemas y un flujo en la eterna dualidad del sentimiento. Si bien en el corpus prima la muerte y sus secuelas, hay también cantos de profunda sensualidad, declaraciones fundamentales hacia la vida y el maravilloso palpitar de lo imposible. Ordóñez conjura al lector con sus poemas, lo reta y lo invita a develar su fragilidad, a aceptar que la felicidad viene por gotas en el diluvio constante de los días.

Hay un amor marcado entre las líneas, un amor al que la autora le confiesa: pronuncio tu nombre / y tiembla el ardor / de mis huesos / pronuncio tu nombre / y el mar se destroza / como desierto / desquiciado en mi piel.

Leer a Criss Ordóñez me da inmensa alegría, su obra ratifica y alimenta la gran riqueza que tiene la literatura ecuatoriana.

Gabriel Cisneros Abedrabbo

15 de mayo de 2024

Selección de algunos poemas de Criss Ordóñez

 

cuéntame

los cuentos no contados

quítame las espinas

desarraiga los cardos

de mis huertas

libérame de esta orfandad

acósame

en este espacio

de sombras y de memorias

múdate

a este envejecimiento

lerdo y solapado

inyéctame

tu gracia

quiéreme en mi silencio

y en mi soledad

muéstrame los peldaños

para salir del pozo

cubierta con tu manto

envuélveme

en los arreboles

de tus cielos

regálame tus alas

 

soy

la que se embriaga

con el viento

con las omisiones añejas

soy la que teje las horas

entre pájaros

de manos

generosas

soy una manta

con olor a desvelo

un pecho tardío

empapado de gritos

una jaula

que vuela

 

¿Dónde estarán nuestros retazos de alegría?

han desaparecido

como aves de humo

¿dónde estarán nuestras mentiras blancas?

las deshilé

mientras crecía la luna

cuando el rumor del agua

nos aquietaba

dónde estarán nuestros

porvenires?

grietas al aire

espirales vacías

caracolas cóncavas

imposibilidades

diría yo

arreboles

sombras

luces

acrobacias del destino

 

te espero

ahí

donde se abren los días

y se rompen los miedos

ahí

donde el amor rebosa

y el viento lame las heridas

allí

donde la lluvia crece a besos

y el fuego aprieta el aliento

donde el llanto es amapola

ahí

donde un abrazo

no conduce al infinito

pero me lleva a ti

ahí

donde no hay día ni noche

ahí

donde solamente seremos dos

ahí donde los dos somos dos